Los Testimonios o Principios Cuáqueros

La Integridad
La Unidad
La Igualdad
La Sencillez
La Paz
La Comunidad

Durante más de trescientos años, los Amigos han actuado a base de una serie de convicciones compartidas. Al mismo tiempo que los detalles han variado a través del tiempo, las inquietudes y las creencias fundamentales de hoy son notablemente similares a las de las generaciones pasadas. La palabra “testimonios” se refiere a este conjunto de actitudes y formas de vivir el mundo históricamente arraigadas y profundamente sentidas. Los Testimonios muestran la Verdad tal como los Amigos en la comunidad la perciben: La Verdad conocida a través de la relación con Dios. Los Testimonios son expresiones de vidas dirigidas hacia la Luz, son expresiones externas que reflejan la experiencia interior de la guía divina.

La evolución espiritual de la Sociedad Religiosa de los Amigos ocurre en gran medida a través de la apertura individual de los Amigos, al discernimiento espiritual. Los discernimientos ampliamente conservados por los Amigos a través del tiempo, guiando e informando a la comunidad, se convierten en testimonios.

No existe una lista única de los testimonios. Para entender su papel en la historia de los Amigos y en su práctica espiritual, es importante primero, comprender su unidad esencial.
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LA INTEGRIDAD

El testimonio de integridad nos llama a tener una calidad única en nuestra totalidad; es lo entero de la vida abierto a la Verdad. Cuando las vidas están centradas en el Espíritu, las creencias y las acciones son congruentes y las palabras son confiables. Cuando logramos la entereza en nosotros mismos, somos más capaces de resolver los conflictos y las fragmentaciones en nuestra comunidad y en el mundo.
La integridad es una disciplina muy exigente. Somos desafiados por valores culturales y por presiones hacia el conformismo. La integridad requiere que seamos totalmente responsables de nuestras acciones. Vivir con integridad requiere vivir una vida de reflexión, vivir en consistencia con nuestras creencias y con nuestros testimonios y hacerlo así sin importar las consecuencias personales. Nos pide, nada menos que una norma única de la verdad. Desde el principio, los Amigos han sostenido esta norma y a menudo han declarado sus convicciones en contra de los convencionalismos de la sociedad. Cuando ellos han sufrido a consecuencia de sus convicciones contra el orden secular, su integración de creencias y de prácticas los han sostenido en medio de la adversidad.
Hablar la verdad en todas las circunstancias y en todo momento, como lo ordena la Biblia, se manifiesta al rehusarse a tomar juramentos. Los juramentos implican que hay ocasiones en que la verdad no es necesariamente dicha y los primeros Amigos creían que el sistema que requería juramentos, le enseñaba a la gente que las mentiras eran de alguna manera aceptables. El decir la verdad conducía a un sistema de precio único en el comercio, con valor justo por precio justo en lugar del regateo o de la discriminación entre los compradores.
Los Amigos creen en la sencillez en el hablar, evitando palabras engañosas o lenguaje emocionalmente manipulativo el cual pudiera desviarnos del discernimiento de la voluntad de Dios. Un compromiso con la verdad requiere autenticidad y veracidad al seguir uno su conciencia, iluminado por la Luz Interior. Cuando nos alejamos de la verdad, nos separamos de Dios. La Integridad no es sólo un hábito al hablar, sino una forma de vida cada vez más alineada con la voluntad de Dios.

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LA UNIDAD

Los Amigos creen que es posible para el espíritu humano estar en comunión directa con el Divino. Al buscar juntos la voluntad de Dios, nosotros creemos que el camino se abrirá y que la unidad surgirá.
Una de las preguntas en uso continuo desde 1682 dice: «¿Son el amor y la unidad conservados entre ustedes?» Los primeros Amigos se consideraban a sí mismos como parte de un gran movimiento que pronto abarcaría a todo el mundo. La unidad y el cuidado mutuo en la comunidad cuáquera durante la persecución, demostraron al mundo la obra de Dios entre nosotros.
El hecho de trabajar juntos para discernir y servir a la voluntad de Dios, se nutre y se beneficia de la unidad. Esta unidad crece a partir de la confianza mutua y de la disposición a manifestarlo, confiados en que juntos, los Amigos, encontrarán la verdad.

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LA IGUALDAD

El testimonio de los Amigos sobre igualdad tiene sus raíces en la expectativa sagrada de que hay aquello de Dios en cada uno, incluyendo a los adversarios y a personas de posiciones sociales y económicas, de experiencias de vida y de convicciones religiosas ampliamente diferentes. Todos deben, por lo tanto, ser tratados con integridad y respeto. La convicción de que cada persona es igualmente una criatura de Dios, abrió el camino para que las mujeres pudieran ser líderes en la Sociedad Religiosa de los Amigos: tanto las mujeres como los hombres ofrecían su ministerio en las Reuniones de los Amigos desde sus primeros días.
El testimonio de Igualdad no implica que todos los individuos en un papel particular, sean lo mismo; reconoce que la misma medida de la gracia de Dios está disponible para todos.
Antes de que los Amigos se volvieran pacifistas, ellos fueron despedidos del ejército por rehusarse a tratar a los oficiales como superiores. George Fox y otros primeros Amigos demostraron su convicción de que todas las personas eran de igual valor al rehusarse a quitarse el sombrero ante aquellos quienes reclamaban un rango superior y al dirigirse a todos con el “tú” en vez del honorífico “usted”.
Los Amigos reconocen que algunas injustas faltas a la equidad persisten en toda la sociedad y que algún trabajo difícil falta por hacer para liberarnos a nosotros mismos y a la Sociedad Religiosa de los Amigos de los prejuicios y del trato sin equidad con base a sexo, clase social, raza, edad, orientación sexual, atributos físicos u otras categorías. Tanto en el mundo público – donde los Amigos pueden «hablar la verdad al poder» – como en grupos de contexto íntimo familiar, los principios de los Amigos necesitan dar testimonio contra la injusticia y la desigualdad en cualquier lugar que éstas existan.

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LA SENCILLEZ

La sencillez es el ordenamiento correcto de nuestras vidas, colocando a Dios en el centro. Cuando nosotros nos desprendemos de las posesiones, de las actividades o de las conductas que nos distraen de ese centro, podemos enfocarnos en lo que es importante. La sencillez no significa negar los placeres de la vida sino estar abiertos a los llamados del Espíritu. Nosotros, los Amigos, buscamos tomar no más que nuestra porción y mostrar sensibilidad a las necesidades de los demás, especialmente de las futuras generaciones.
Los primeros Amigos creían que los rituales y las ceremonias elaboradas de la iglesia eran distracciones de la verdadera experiencia religiosa. Buscando enfatizar la sustancia sobre la forma, ellos se reunían para culto sencillamente en silencio. Hasta hoy en día los Amigos en Juntas no-programadas, realizan su culto sin sacramentos.
Mantener una vida sencilla requiere disciplina y estar resueltos a evitar perderse en las distracciones mundanas o emprender demasiadas actividades, aun al servicio de buenas causas. Cuando los Amigos realmente practican la sencillez, sus vidas y sus hogares están en orden y ellos encuentran tiempo para la oración y para el servicio.
En el pasado, y en su preocupación por evitar la frivolidad, los Amigos devaluaban al arte y a la música. Amigos posteriores reconocieron que el arte y la música pueden enriquecer la vida en la Luz. La sencillez no debe vincularse con la escasez ni con la crudeza. Una interpretación sencilla al hablar, al escribir o cualquier cosa que hagamos, a menudo aumenta el valor de lo que es genuino y desenmascara lo que no lo es.

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LA PAZ

Basados en el amor y en una preocupación por el bienestar de todos, los Amigos trabajan por la reconciliación y por las soluciones activas no violentas a los conflictos. Los Amigos tradicionalmente han apoyado a los objetores de conciencia con respecto al servicio militar, amando, pero estando en desacuerdo con aquellos quienes sienten que deben ingresar a las fuerzas armadas. Los Amigos se oponen a la guerra por ser inconsistente con la voluntad de Dios.
Reconociendo que la violencia y la guerra típicamente surgen de circunstancias injustas, los Amigos reaccionan a las causas de la guerra trabajando para corregir la injusticia social y trabajando también en el fortalecimiento de las comunidades, de las instituciones y de los procesos para proveer alternativas no violentas a la fuerza militar. Nosotros testimoniamos contra la violencia estructural implícita en las disparidades de riqueza y de ingreso económico y contra la discriminación con base a raza, sexo, edad, clase social, orientación sexual y otras divisiones en la gente. John Woolman imploró a los Amigos eliminar de ellos mismos las semillas de la guerra.
El trabajo de la paz es el trabajo de mantener relaciones de respeto humano mutuo, de ver y de hablar de aquello de Dios en cada uno, de buscar la paz dentro de nosotros mismos, de la familia, de la comunidad y del mundo. El Reino de Dios está presente tanto en cada uno de nosotros como en una meta aún por ser cumplida. Esta tarea quizá nunca sea terminada, pero sostenida por el amor de Dios, nosotros estamos llamados a continuarla.

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LA COMUNIDAD

Los testimonios de los Amigos sobre integridad, unidad, igualdad, sencillez y paz se unen en nuestro testimonio sobre la comunidad, lo cual nos llama a mantener buenas relaciones de cuidado mutuo con todos. En el mundo interconectado de hoy, la supervivencia humana depende más que nunca de entender y traer a la realidad la verdad de nuestra experiencia corporativa, del interés y apoyo mutuos, de nutrir nuestras relaciones uno con el otro, con la sociedad y con el medio ambiente como un todo.
Sin interés ni cuidado mutuos, sin la confianza que procede de la observancia de las expectativas de nosotros y de los demás, desarrolladas y sostenidas con el paso del tiempo, sin compromiso con una búsqueda colectiva por la unidad alrededor de aquello de lo Divino que cada uno de nosotros comparte, hay separación, y la separación es la raíz del conflicto. La comunidad es el fundamento necesario para la justicia social y para la paz. Al vivir nosotros en una comunidad la cual está comprometida en honrar a aquello de Dios en todos, estamos, como individuos, fortalecidos en el trabajo para el cual hemos sido llamados.
El exhorto cáquero de «conocerse uno al otro en aquello que es eterno», es un llamado al conocimiento mutuo mediante el cual nos vemos afectados y somos sensibles mutuamente. Nosotros llegamos a conocernos unos a los otros cuando buscamos nuestra Verdad conducida por el Espíritu, nuestro sentido compartido del bien común, dentro del cual descubrimos quienes somos y donde cada uno de nosotros encajamos dentro de un esquema más amplio de las cosas. Nosotros vemos y hablamos desde aquello de Dios en nosotros mismos a aquello de Dios en todos los otros cuando descubrimos y confirmamos nuestros fundamentos y nuestro bien comunes. Nosotros vemos el mandato de Jesús de amarse los unos a los otros, como un mandato a estar en la comunidad. Nosotros testimoniamos contra todos los llamados al divisionismo.
Dentro de la comunidad espiritual de los Amigos, la búsqueda colectiva por la Verdad que emprendemos en la Reunión para Adoración, es el fundamento para la comunidad bien amada a la cual los Amigos aspiran. Reunidos juntos en la Luz, el trabajo de la comunidad involucra una búsqueda empática por el Divino dentro de uno mismo y en otros. Esto nutre nuestro testimonio al mundo.
El espíritu llama a los Amigos a reconocer su relación de unos con otros y con toda la creación. Este entendimiento nos refuerza en nuestro ministerio entre nosotros y hacia la comunidad más amplia, para poner a prueba los llamados individuales y para testimoniar la Verdad tal como nos es revelada.
Vivir por la fe no es un asunto privado sino que nos llama al exterior, hacia las necesidades de la comunidad en toda su extensión. El Espíritu que nosotros seguimos está presente en cada ser humano individual. Para ser sinceros con ese Espíritu, debemos reconocer y nutrir el valor espiritual de todas las personas, especialmente de aquéllas quienes han sido devaluadas o excluidas. Al seguir juntos los llamados del Espíritu, esperamos superar las causas del racismo, del sexismo, de la homofobia y del descuido o la falta de respeto a los niños, a los pobres y a los socialmente marginados en el mundo y en nosotros mismos.

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