La Armonía con la Naturaleza

110.- Sería una felicidad si estudiáramos a la naturaleza más en las cosas naturales y si actuáramos de acuerdo a la naturaleza cuyas reglas son pocas, sencillas y de lo más razonable … Los cielos, la tierra, y las aguas con sus respectivos, variados y numerosos habitantes, sus producciones, su naturaleza, sus temporadas, sus simpatías, y sus antipatías, su uso, beneficio y placer, serían mejor entendidos por nosotros; y una sabiduría eterna, un poder, una majestad y una bondad muy evidentes para nosotros a través de esas formas sensibles y pasajeras, el mundo llevando la marca de su creador, cuya estampa es visible en todas partes y las señales muy legibles para los niños de la sabiduría.

WILLIAM PENN

111.- He conocido terratenientes quienes … aunque están atentos a pagar sus deudas por su cultivo de granos, han robado a la tierra su riqueza natural al ararla en exceso de tal manera que el producto ha disminuido … Los productos de la tierra son un regalo de nuestro gracioso creador para los habitantes y empobrecer la tierra para mantener una opulencia exterior, parece ser un perjuicio para las futuras generaciones.

JOHN WOOLMAN

112.- Somos una parte, una parte que depende de un todo viviente. No puede haber salud verdadera (o «integración» – las dos expresiones significan lo mismo) en la humanidad a menos que al mismo tiempo, miremos por la salud de todas las familias de seres vivientes de la tierra. Durante demasiado tiempo, en nuestro ciego egoísmo, hemos hecho mal uso de los versículos en Génesis y de los Salmos los cuales nos dicen de cómo Dios dio al hombre «dominio» sobre los trabajos de sus manos. Nuestro «dominio» se ha convertido en una tiranía ebria de poder. Escuchemos a John Ruskin; «Dios nos ha prestado la tierra para nuestra vida: esto es un gran vínculo. Significa tanto para aquéllos quienes vienen después de nosotros, como para nosotros mismos; y no tenemos derecho, por cualquier cosa que hagamos o dejemos de hacer, a privarlos de los beneficios que estando en nuestro poder, les debemos legar».

MARJORIE SYKES, 1970

113.- Cuando soy responsable por la tierra, creo que estoy cuidando el cuerpo de Dios. Esta creencia me da un suave impulso para trabajar más duro. Para mí, ese impulso funciona mejor que si yo viera mi labor con el medio ambiente sólo como meras responsabilidades cívicas.

JUDITH BROWN

114.- SANACIÓN – la sanación de una cortada o de una herida de cualquier clase, es una experiencia de milagro personal. La sanación se mueve desde adentro hacia fuera y toma tanto tiempo como sea necesario para tejer y unir la ruptura. Puede tomar días o semanas … por esa razón no lo vemos como milagro. Pero es una tarea de trabajo interior que se hace con paciencia. Nosotros a menudo pasamos por alto el funcionamiento místico de nuestros propios cuerpos.

ROBERT W. EDWARDS, 1924-1981

115.- El orden de los Evangelios es el orden establecido por Dios que existe en todas las partes de la creación, trascendiendo al caos que parece prevalecer con demasiada frecuencia. Es la relación correcta de cada parte de la creación, por pequeña que sea, con cada otra parte y con el Creador … [ésta] permite que los aspectos individuales de la creación logren esa calidad de ser, la cual Dios se propuso desde el principio, acerca de la cual Dios podría decir «estuvo muy bien» … El orden del Evangelio no es Dios … sino que es un principio de organización mediante el cual los Amigos llegan a un entendimiento más claro de nuestra relación con Dios en todas las
manifestaciones divinas y en las responsabilidades de esa relación … Ha sido la experiencia de los Amigos que ninguna parte de sus vidas como individuos o como una comunidad de fe, esté separada de su visión del orden de los Evangelios.

LLOYD LEE WILSON, 1993

116.- Es como si la Divina Presencia nos dijese: «Siempre busca el balance … Tú deberás amarte y apreciarte a ti mismo, a otras personas, a las plantas y a las criaturas que te rodean, a las estrellas, a la tierra, a la nieve, a las rocas. No «te enamores» de ninguna de éstas de manera de que te posean y te devoren; tampoco te alejes ni renuncies a ellas».

FRANCIS HOLE, 1995